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La gota de leche

El país está apenado por los niños muertos por desnutrición en Chocó. El problema es que el drama de la infancia no está limitado a ese desafortunado Departamento. Pese a las recientes estadísticas nacionales que aseguran que disminuyó la pobreza, la situación nutricional, económica y social de niños y adolescentes es cada vez más perturbadora.

En nuestra ciudad, la gravedad se advierte con nuestra tasa de mortalidad de menores de cinco años por Enfermedad Diarreica Aguda (EDA), de 14 por cada 100.000, que a pesar de la disminución entre el 2004 y 2005, sigue estando por encima de Medellín, que es de 7,8; Cali 4,8 y Bogotá 2,3; y la Tasa de mortalidad por Infección Respiratoria Aguda (IRA) se encuentra en 59,1; en Bogotá, con peor clima, está en 19,4; Medellín, en 9,7; y Cali en 13,2.

El problema de la alimentación y la nutrición es serio. Según datos oficiales y registros de instituciones de atención al menor, la desnutrición, asociada al EDA y a la IRA, es la causante de un gran porcentaje de estas muertes.

Por eso vale la pena recordar programas nutricionales que los afanes burocráticos habían olvidado. La Gota de Leche fue el nombre que Napoleón Franco Pareja y un grupo de cartageneros solidarios le dio a la Unidad de Atención creada en 1947, para atender a niños y niñas de la región y que hoy conocemos como la Casa del Niño.

El Vaso de Leche fue el nombre que hace unos 15 años le dio el asesinado padre Luís Enrique, párroco del Pozón, a su programa de combate a la desnutrición, que adelantaba de forma bastante peculiar. Cobraba todos los servicios religiosos en potes de leche.

Un bautizo con padrinos estrato uno, valía un pote y con padrinos estrato cinco valía 6; una misa de muerto valía una lata si la familia del finado estaba “llevada del bulto” o seis si tenían la mano buena; un matrimonio, una lata si no había festejo y seis si era con parranda y cerrada de calle, y así la cosa dependía del servicio solicitado y de la renta de los fieles. La leche era administrada por señoras del barrio y llegaba cada gota a los niños y niñas con mayores problemas de alimentación.

Estos dos esfuerzos, el primero que dura ya 60 años y aún se mantiene contra viento y marea, a pesar del poco apoyo oficial que recibe su invaluable servicio a la población infantil; y el otro, que se acabó con la desaparición del sacerdote, cobran vigencia hoy, cuando el país mira de cerca la miseria y la hambruna a que están sometidos los chocoanos que viven en una nación que parece haberse olvidado de su existencia.

El gobierno Curi tiene para mostrar el Programa de Lucha Contra el Hambre, que en el 2006 entregó 270.969 raciones en alimentación escolar; tiene 16.000 personas atendidas; 13 instituciones educativas atendidas y 5.000 capacitados en técnicas agrícolas urbanas, lo que revela un gran esfuerzo gubernamental.

El problema es que no se partió de una línea de base que midiera la situación nutricional al momento de iniciar el proyecto, por lo que es imposible medir el impacto o la mejoría nutricional. E inquieta que ahora vaya a ser ejecutado por un operador privado, sin que se conozcan los controles institucionales, técnicos y nutricionales, lo mismo que sus metas sociales.

Sería bueno aprender de los ejemplos históricos de la Casa del Niño y del Pozón, para así obtener resultados contra la desnutrición, tan claros y gratos como un vaso de leche.

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