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Un fantasma toca la puerta

Hace exactamente un año, cuando ayudaba a mi hija de 12 años a hacer una tarea escolar sobre la Bahía de Cartagena, confirmé alarmada lo que algunos venían denunciando: los corales de las Islas del Rosario se encuentran en grave peligro de muerte, lo mismo que las praderas de pastos marinos de nuestras costas. En el 2000, según imágenes satelitales, había 76 hectáreas de praderas, cuando en los años 40, existían 1.011 hectáreas.

Y mientras tanto, es abrumador el silencio de las autoridades ambientales, ocupadas en otro cuento, como si el calentamiento global fuera un fantasma que sólo asustara a los europeos o a los glaciares de los polos.

Pero la cosa no es así. Ese fantasma ya tocó nuestra puerta, el entorno ambiental está en peligro y desde ya deberíamos, como ciudad costera, tomar nuestras decisiones individuales y colectivas teniendo en cuenta las inundaciones y desastres que puede causar el calentamiento global en áreas críticas como la zona suroccidental, la Boquilla, Marlinda y Boquillita.

Los científicos han dicho que el coral se ha blanqueado, por ser sensible a las temperaturas elevadas del agua, que en el Caribe aumentó dos grados. Y que “un monitoreo evidencia la muerte masiva de formaciones coralinas en Islas del Rosario, en buena parte debido a la contaminación sedimentaria y al aumento en el nivel del mar, que según estudios adelantados en el 2003, reportan incrementos de entre uno y dos milímetros.”

“Análisis previos de 1997, realizadas en 80 estaciones de mareógrafos en el Caribe y el Golfo de México encontraron que el ascenso máximo del nivel del mar en el Caribe se presentaba en la ciudad de Cartagena, Colombia, con un valor de 5,3+/- 0,1 mm por año en una serie de 42 años.”

Ni siquiera los de mi generación, que no nos cocinamos con un solo hervor, pudimos disfrutar del espectáculo de esas praderas de pastos. Y eso que el 84% de las 1.011 hectáreas, se hallaba en la Bahía. Todo por cuenta de que en los años 60, había ya sólo 233 hectáreas. En los 90 bajaron a 150 y hoy sólo conservamos el 10% del área total.

Ésta perdida de los corales y las praderas de pastos es irreparable, ya que junto con los mangles, son las salacunas del mundo marino y los corales albergan el 25 por ciento de las especies marinas, que emigran allí luego de nacer en el manglar.

El mundo está abriendo los ojos ante el calentamiento global y como acaba de advertir el Informe de Al Gore y Greenpace, serán los países pobres los que más llevarán del bulto por el cambio dramático del régimen de lluvias, vientos y del nivel del mar, al carecer de recursos para construir diques y obras de protección. Lo propio pasará en Cartagena; serán las comunidades pobres las que más sufrirán sus duras consecuencias.

Por eso no podemos hacer como el avestruz. Echarle la culpa de la criminalidad a los mangles es tanto como echarle la culpa a Bazurto, o a Olaya, de la delincuencia que azota a sus moradores, cuando ha sido el abandono oficial y la falta de policías la que ha hecho de esos escenarios, lugares en que prolifera el crimen.

La vía de El Cabrero no puede violar la Resolución 721 del 2002, que consagra sus mangles como zona de conservación. Bien, el Ministerio y la Alcaldía al detener la tala si no se cumple la norma y acordar la siembra inmediata de mangles de compensación, porque conciliaron el desarrollo urbano con la protección del medio ambiente.

Pero el fantasma sigue al acecho, porque ya sabe para qué sirve Cardique.

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