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Chicharrón pelúo

Otra vez se armó la grande. Todavía no se han despejado las cenizas de la fracasada intentona distrital de privatizar el recaudo tributario, cuando otra vez el Palacio de la Aduana inventa la entrega a particulares del manejo absoluto de los bienes fiscales y baldíos de Cartagena y la ejecución de todas las actuaciones urbanísticas, bajo la argucia de que así lograremos combatir la pobreza.

Y mientras el monto de la fallida privatización tributaria costaba casi $100.000 millones, el estimativo de los bienes públicos cuya administración se pretende ceder a particulares puede llegar a billones de pesos y para ello, sólo se tienen que bajar del bus con $105 millones. Ni lo que vale un lote.

Y una cosa es entregar nuestras riquezas a quién sabe qué empresarios privados, anunciados sin nombre ni apellido en el proyecto, y otra que se atrevan a decir que semejante negociación, en vez de ir en contra de los intereses colectivos, va a servir para mejorar las condiciones de vida de los cartageneros.

Una Sociedad de Economía Mixta -según la propuesta, privada en un 70% y pública sólo en un 30%- con todo el poder para definir qué se construye; qué se urbaniza; qué se hace con toda la millonada que representan los baldíos; y cuáles serán las actuaciones urbanísticas que se podrán adelantar en el triángulo de desarrollo social y los terreros de la zona norte, sur, este, Tierrabomba y Barú; no enriquecerá sino empobrecerá a las mayorías, que lo único que tienen es el patrimonio común que debería ser utilizado, no pensando en el enriquecimiento de unos pocos, sino en el enriquecimiento de todos.

Creo que los altos dividendos, los viajes a Miami y los depósitos bancarios en Isla Caimán serán tales, que quedarán chiquitos los negociados del miti-miti, del puente Heredia, el parque de la comida Caribeña, Dragacol, y claro está, embriagados por los dólares, en lo que menos pensarán los concesionarios será en la miseria de los habitantes de nuestras barriadas.

Ahora bien, si de lo que se trataba era de mejorar la calidad de vida de los cartageneros, hubiera sido suficiente crear el Banco de Tierras para garantizar su precio bajo y poder construir vivienda de interés social.

Pero en vez de crear el Banco de Tierras para superar el déficit de 78 mil viviendas, el invento es entregar tierras y no cualesquiera tierra, sino las más costosas y estratégicas de Colombia, a las cuales no se puede renunciar, porque es con ellas y no sin ellas, como se puede pensar en grandes desarrollos, pero con equidad y con las reglas del Estado Social de Derecho.

La exposición de motivos del escandaloso Proyecto recuerda el cuento de la famosa escuela de “El Flecha”: Colegio Superior Departamental de Bachillerato y Carreras Intermedias Lácides C. Bersal, -“tronco de nombre grande pa’ tres salones”; aun cuando en este caso sería “tronco de explicación”, para un solo cuento: otro negocio redondo a costa de los bienes de todos.

Qué bueno que los gremios y veedores comenzaran a hablar fuerte. Pero mejor, que algunos concejales reclamen información y datos para que el debate abierto y profundo preceda a las decisiones.

El Cabildo tiene entre manos tremendo chicharrón, grasoso y pelúo, ellos verán si a pesar de las advertencias se lo comen, y nos despojan del alma de la ciudad: Tierrabomba y Barú- o si toman la sabia decisión de prevenir un infarto masivo y brutal.

Cerrando esta columna, el proyecto tiene ponencia positiva para primer debate.

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